viernes, 23 de mayo de 2014

Carpaccio, relato de Abel Bri

Ladislao acababa de ser nombrado ministro y, para celebrarlo, los compañeros lo convidaron a un afamado restaurante. Ladislao se maravilló al posar el carpaccio sobre su lengua. Jamás había probado bocado tan jugoso. Exigió el secreto de la delicia y lo condujeron a la cocina. Cuando volvió, su rostro era un poema de Baudelaire. ¿Qué sucede, Ladis? Preguntó un colega. He visto cómo cortaban el pedazo de carne cruda de un ser humano. No te hagas ahora el puritano, no será la primera vez que comes carne humana. No, pero es la primera vez que veo cortar un filete a un humano vivo. Además... la chica era hermosa.