Ladislao acababa de ser nombrado
ministro y, para celebrarlo, los compañeros lo convidaron a un afamado
restaurante. Ladislao se maravilló al posar el carpaccio sobre su lengua. Jamás
había probado bocado tan jugoso. Exigió el secreto de la delicia y lo
condujeron a la cocina. Cuando volvió, su rostro era un poema de Baudelaire.
¿Qué sucede, Ladis? Preguntó un colega. He visto cómo cortaban el pedazo de
carne cruda de un ser humano. No te hagas ahora el puritano, no será la primera
vez que comes carne humana. No, pero es la primera vez que veo cortar un filete
a un humano vivo. Además... la chica era hermosa.
Para leer Ander, de Abel Bri http://www.edicionesirreverentes.com/2099/Ander.html