Arnold paseaba a su perro por el parque
cuando aterrizó el platillo. Sintió que la emoción le embargaba: ¡un encuentro
en la tercera fase! ¡Contacto con extraterrestres!
Ambos se acercaron a la nave espacial.
Se abrió una puerta circular, parecida a un esfínter. Dentro, sólo se veía oscuridad.
Se iluminó el interior. Brotó una rampa que llegó hasta la verde hierba. Salieron dos alienígenas. No llevaban cascos. Se quedaron mirando a los terrestres.
—¡Terrícolas! —dijo uno de ellos—. ¡Nos sentimos complacidos al ver gente como nosotros en este planeta.
—¡Yo también me alegro de conocerlos! —respondió Arnold.
—Disculpe, criatura —replicó el ET—. Yo le hablaba al otro ser.
Sólo entonces, Arnold cayó en la cuenta de que los extraterrestres andaban a cuatro patas, estaban recubiertos de pelo y tenían un hocico prominente.
Igual que Senior, su perro.
Ambos se acercaron a la nave espacial.
Se abrió una puerta circular, parecida a un esfínter. Dentro, sólo se veía oscuridad.
Se iluminó el interior. Brotó una rampa que llegó hasta la verde hierba. Salieron dos alienígenas. No llevaban cascos. Se quedaron mirando a los terrestres.
—¡Terrícolas! —dijo uno de ellos—. ¡Nos sentimos complacidos al ver gente como nosotros en este planeta.
—¡Yo también me alegro de conocerlos! —respondió Arnold.
—Disculpe, criatura —replicó el ET—. Yo le hablaba al otro ser.
Sólo entonces, Arnold cayó en la cuenta de que los extraterrestres andaban a cuatro patas, estaban recubiertos de pelo y tenían un hocico prominente.
Igual que Senior, su perro.
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